El Sueño Primarizador de Milei: El mundo al que apuesta el Gobierno dejó de existir hace décadas.
El presidente Javier Milei impulsa un modelo económico que tuvo su esplendor hace, por lo menos, dos siglos. Entre 1930 y 1970, el auge industrial explicó el desplazamiento del agro como motor económico.
Análisis 26/03/2025

El mandatario propone regresar a una estructura económica que alcanzó su apogeo hace más de doscientos años. La apuesta por un esquema agroexportador como base de la productividad no solo resulta inviable en la actualidad argentina —donde el peso del sector se redujo notablemente por razones estructurales dentro del Producto Bruto Interno—, sino que además contradice las tendencias globales. “El agro pasó de explicar más del 20 por ciento del PIB argentino a mediados de la década de 1930 a menos del 10 por ciento en lo que va del siglo XXI. Entre 1930 y 1970 esto se explica por el mayor dinamismo relativo de la industria. Desde 1970 los servicios ganaron cada vez más peso en el PIB”, señala un informe de Argendata Fundar.
“En el centro de esa era dorada, como gran protagonista y motor de esa prosperidad sin precedentes, estaban los productores agropecuarios tirando del carro. Eran las épocas del modelo agroexportador: un término que fue transformándose en peyorativo, a medida que el país se fue hundiendo en la miseria, gracias a la llegada del modelo nefasto de la justicia social. Esto no fue casualidad, el plan sistemático de saqueo al campo fue deliberadamente completado con su demonización por parte de la política, a la vez que se comenzó a instalar la distribución forzosa de la riqueza como un acto de justicia”, expresó Milei en Expoagro 2025, en San Nicolás. Con estas palabras, el presidente minimiza el rol de la industria y sobrevalora un sector cuya incidencia económica tiende a reducirse naturalmente con el desarrollo.
No se puede vivir del recuerdo
Argentina ostenta una importante tradición agroindustrial y es reconocida como uno de los principales productores de alimentos del mundo. En 2021, ocupó el octavo lugar global en superficie cultivada y en 2022 se mantuvo dentro del grupo de los diez mayores productores de cultivos. También se destaca en la producción de carne bovina y aviar. La amplia disponibilidad de tierras y condiciones naturales favorables, junto con la incorporación de tecnología, hicieron que el agro sea uno de los sectores más competitivos del país.
En términos relativos, el agro argentino conserva una mayor participación en el PIB que el promedio mundial y que los países con altos ingresos. La agroindustria sigue siendo la principal fuente neta de divisas para la economía, aunque su protagonismo también ha venido disminuyendo. Se trata de un sector con fuerte presencia regional, constituyendo un pilar de muchas economías provinciales. “Sin embargo, en las últimas décadas, la importancia relativa del sector agropecuario en la economía argentina se ha ido reduciendo y el sector ha experimentado más recientemente una pérdida de protagonismo frente a otros mercados internos y externos”, sostienen los investigadores Franco Antonio Mendoza y Kevin Corfield.
Actualmente, el agro y la pesca representan cerca del 7 por ciento del PIB argentino. Este porcentaje está por encima del promedio mundial (4 por ciento) y muy por encima del que registran los países de altos ingresos (1 por ciento), donde la expansión de la industria y los servicios disminuye el peso del sector primario. Aun así, la cifra queda por debajo de los países de bajos ingresos, en los que el agro representa cerca del 25 por ciento del PIB. En América Latina, la participación agropecuaria de Argentina se asemeja a la de Brasil y Colombia, supera a la de Chile, pero es menor que la de Bolivia y Paraguay.
El agro no debe entenderse solo como un sector aislado, sino como un eslabón central dentro de múltiples cadenas de valor que integran actividades industriales y de servicios. Un ejemplo claro es la vitivinicultura: la vid es un cultivo agropecuario, pero la elaboración del vino implica una serie de procesos industriales como la maceración, fermentación, prensado y filtrado. Las bodegas, a su vez, requieren servicios de transporte y marketing para comercializar el producto final. “Si en lugar de ver sólo los eslabones agropecuarios, lo pensamos en términos de cadenas agroindustriales, encontramos que la participación en el PIB en 2021 llega al 12 por ciento, cinco puntos más que el 7 por ciento que alcanza el sector agropecuario solamente”, sostiene Fundar.
La pérdida de relevancia del agro en el PIB no es un fenómeno exclusivamente argentino, sino que responde a una tendencia global: en la medida en que los países se desarrollan, la industria —con rubros como las manufacturas, la energía o la construcción— primero, y los servicios —como el comercio, el transporte y los profesionales— después, ganan terreno. “Cuando las sociedades se vuelven más ricas, empiezan a demandar relativamente más bienes y servicios. Estos cambios hicieron que el agro perdiera participación dentro del PIB en las distintas regiones del mundo”, remarca el informe. Pero en la visión de Milei, Argentina debería transformarse en una economía de enclave, dejando el resto de la producción industrial en manos de un mercado internacional totalmente desregulado.
De acuerdo con el relevamiento realizado por la Fundación, el agro pasó de representar más del 20 por ciento del PIB argentino en los años treinta a menos del 10 por ciento en la actualidad. Entre 1930 y 1970, el dinamismo industrial explicó parte de ese desplazamiento, y desde 1970 los servicios comenzaron a dominar la estructura económica. Esta merma en su participación “no significa que la producción absoluta haya retrocedido”. En realidad, desde 1935 el volumen agropecuario se multiplicó por 3,5. Sin embargo, otros sectores —como el comercio, las manufacturas, el transporte y las comunicaciones— crecieron aún más rápido. En los países desarrollados, esta diversificación productiva fue incluso más marcada.